HOJAS DE AMISTAD

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Toma mi mano abierta,
te ofrece la amistad.
Creo en tí, eres mi hermano
y no sé qué es odiar.

Funde el silencio helado
en cálido apretón.
Dame tu mano amiga
para que brille el sol.

domingo, 16 de mayo de 2010

EL CHOPO
















Los chopos son la ribera
liras de la primavera
cerca del agua que fluye
pasa y huye...
A. Machado



La primavera había sido lluviosa y poco fría en aquel pueblo de la montaña leonesa, por lo cual los árboles se cubrieron muy pronto de un frondoso verde. Todos esplendían bajo el intenso azul del cielo.Entre todos ellos destacaba, en especial, un chopo. por ser el más alto, erguido y bello de toda la vega. Parecía orgulloso de mostrar tanta belleza y sus ramas siempre estaban pobladas de bandadas de pájaros.

Durante el verano, que no había sido tan caluroso como otros años, conservó la lozanía primaveral y, encaprichado con el bello cielo azul, sólo soñaba en conseguir que sus ramas lo alcanzaran para saber lo que el cielo encerraba. El chopo creyó ver reflejada en él su imagen y llegar hasta allí se transformó en obsesión. Sabía que sus pies estaban encadenados al suelo, del que dependía para poder alimentarse y mantenerse firme,pero también necesitaba la luz de aquel sol amigo que se la enviaba, día tras día, desde la lejanía de aquel azul tan hermoso.

Tal vez él pueda ayudarme, pensó.

Observaba a los pájaros que volaban a gran altura y creía que se adentraban en el cielo, pero cuando regresaban a su copa y les preguntaba cómo era le respondían que ellos no sabían lo que era el cielo. Sólo eran capaces de sostenerse y desplazarse en el aire, pero nada más.

-¿Cómo llegaré hasta el cielo? se preguntaba una y otra vez.

Con esta preocupación el otoño se le echó encima y sus hojas se volvieron de oro. Cuando la brisa las acariciaba suavemente, tintineaban como pequeñas monedas. Aquella dorada belleza era aún mayor que la de la primavera. Y en aquel colorido paisaje de otoño, el chopo seguía manteniendo su sueño.

-¿Cómo podré llegar hasta allí? ¡Dios mío, cuánta hermosura!

Dio en pensar que, tal vez, alguna de sus hojas, tan livianas, sería capaz de alcanzar aquella meta que se había impuesto. Cuando la brisa las impulsara, él pondría todo su coraje de árbol fuerte, comunicándoles una fuerza especial que les ayudaría a ascender hasta lo más alto de aquel azul. En cada una de ellas depositaría su sueño y, así multiplicado, llegaría a cumplirse.

Todos los días, sus hojas iban cayendo lentamente y, aunque el viento las arrastraba hasta lo alto como doradas mariposas, después de alcanzar cierta altura, volvían a depositarse en el suelo. Inasequible al desaliento, lo intentaba una y otra vez sin cejar en su empeño.

A medida que el otoño avanzaba, el chopo iba perdiendo aquel dorado majestuoso que lo cubría.Pronto quedó desnudo y sus hojas, ahora, cubrían el suelo sobre el que vivía, pero estaban sucias y en proceso de putrefacción.

Sus ramas eran como largos brazos grises, aunque el árbol seguía siendo recio y erguido. El invierno-cuando ya los pájaros habían emigrado-lo cubrió de nieve. Oía al cercano río que le decía con sus turbulentas aguas:

-No te esfuerces; el cielo es un espejismo. Yo estoy aquí. Acércate, me tienes a tu alcance. En mí
ves tu imagen reflejada de verdad no como la que , en tus sueños, ves en el cielo.

-Ven a mí. le decía una y otra vez. Seré tu esclavo, cuando mis aguas bajen mansas en tiempo de verano y, cuando las nieves del deshielo me llenen y me hagan enfurecer, yo no te haré daño porque tú también eres un sueño para mí, con tu verde y hermosa copa de primavera y cuando, en otoño, tus hojas depositan en mí sus besos de oro.En mi pasar incesante, no sólo veo tu esbelta y altiva imagen, sino que la hago mía, cuando tu reflejo llega a mis aguas. Y me remanso, para escuchar embelesado la música de tus hojas, cuando el viento las mece.

Y el río le repetía lo mismo un día y otro.

Pero el chopo, sin desfallecer, mantenía intactos su sueños e ilusiones, y, enhiesto en el suelo, cubierto de hielo y azotado por los vientos invernales, permanecía sordo, ante sus ofrecimientos ,y seguía añorando el hermoso azul del cielo.

Poco a poco, muy lentamente, el invierno fue pasando.Llegó el deshielo y la bonanza del tiempo. El suelo estaba suelto, mullido y esponjoso. Todavía, entre la tierra, se veían los restos de sus antiguas hojas, incorporados al suelo, formando parte de él.

-¡Mis sueños dorados! se dijo.

Y vio con tristeza que dormían allí enterrados.

Pero, en sus grises ramas, se abrían las nuevas yemas y reparó que, en la tierra en la que se hundían sus raíces, comenzaban a brotar la hierba y las flores. El cielo tenía un azul más intenso y el sol brillaba más. Entonces se dio cuenta de que su sueño, multiplicado en sus hojas, había creado el fértil suelo, cubierto ahora de flores.

-¡¡¡Mis sueños no han sido en vano!!!

Y se preparó para recibir una nueva primavera.

Autora: Mª Teresa García Gutiérrez

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