Fotografías tomadas de la red
Para Helena, a la que tanto quiero,deseándole que no se cumplan los vaticinios del cuento, para que, cuando sea mayor, pueda disfrutar todavía de la belleza de nuestros bosques.Los inviernos eran cada vez más benignos, hasta el punto que ya no se recordaba aquellos en los que la nieve, el granizo, el frío y la lluvia eran los que hacía que el invierno fuese invierno
.El bosque de robles y hayas trepaba montaña arriba en busca de un clima más fresco, ganando terreno a la alta montaña, por lo que ésta ocupaba zonas más restringidas. Con el paso del tiempo había menos neveros y disminuían considerablemente flora y fauna. Hasta los osos habìan dejado de hibernar.
Los científicos, alarmados, alertaban sobre el cambio climático y la contaminación. De no poner remedio, en unos años,aquello sería ya irreversible y no cesaban de dar consejos para impedirlo, pero los poderosos, aquellos que todo lo transforman en dinero, temían por sus empresas y sus pingües beneficios y presionaban a los científicos para que sus informes no fueran tan contundentes y veraces. Afortunadamente había gente honrada que, dejando a un lado las ofertas millonarias que les hacían para que ocultaran la verdad, sólo pensaban en evitar la detrucción de la Naturaleza, protegiendo a los seres vivos y su hábitat. Definitivamente, se había estropeado el reloj biológico.
En pleno enero, el verde rojizo de las yemas del hayedo estaba a punto de abrirse. De hecho, en muchas de ellas, comenzaban a desplegarse las hojas y, por doquier, brillantes manchas de verde prometían una bella primavera en los comienzos del invierno. En los robles estaban abriéndose las yemas también.
Mientras tanto, las criaturas fantásticas del bosque, nomos y xanas, acusaban parecidos cambios.Ellos, que eran la voz del reloj del bosque, ya no le avisaban con exactitud del cambio de estaciones. Encargados de dar la alerta cuando se aproximaba una nueva estación, para que todos los seres vivos se prepararan para los cambios, no sabían cuando se producían éstos ya que un calor o un frío, impropios de la época, los engañaban.
Los nomos y xanas, confundidos, cantaron a destiempo la canción de todas las primaveras con la que despertaban a los árboles y plantas:
Árbol, despierta
viste tus ramas
para que el viento
venga a acunarlas.
Era un ritmo y una música alegre, como correspondía a una risueña primavera. Así, pues, la savia almacenada en el tronco de los árboles, despertó, al oír la canción, circulando como un prqueño río a través de sus ramas. Muy pronto mostraron un verde esplendoroso y los pájaros comenzaron a hacer en ellas sus moradas.
Entonces el hada Primavera, con su varita mágica, desperezó a las flores y colocó en el azul del cielo un sol naranja que inundaba la Tierra de luz y color porque todo estaba trastornado y, en el bosque, reinó la primavera en pleno mes de enero, porque así estaba funcionando el reloj biológico.
De repente esa primavera, nacida de modo tan prematuro y anormal, se acabó y un invierno gélido y hostil cayó sobre el frondoso bosque. El viento sopló con rabia, arrancando las tiernas hojas de los árboles; el granizo destrozó las pocas que aún quedaban y la inmensa esmeralda en que se había convertido el bosque, quedó rota y perdió su brillo. Donde antes había trinos de pájaros, reinó un profundo silencio y se instaló la nieve. y ahora los nomos y las xanas, creyendo que era invierno, cuando en realidad debería ser ya primavera, cantaron:
Llegó el invierno.
Con pieles blancas
cubre la tierra
para abrigarla.
Pero la nieve no le servía ya a la Tierra de abrigo. Sólo era un blanco sudario que cubría el esplendor brotado en pleno enero, matándolo.
Cuando la nieve se derritió, volvió el tiempo primaveral: el cielo azul, los pájaros y la explosión de luz y color.Pero el hermoso bosque era otro. Las hayas centenarias estaban llenas de calvas y la inmensa esmeralda era sólo una mustia y deslucida mancha verde. Muchos de los pájaros, que habían regresado prematuramente, murieron. Ahora, que era primavera de verdad todo estaba mustio y quemado por la helada. Llegó una brisa, carente de la frescura primaveral, prestando su triste voz al bosque y arrancando a los árboles lamentos, entonando todos este canto al unísono:
Las xanas, en el bosque,
cantan equivocadas
y, en enero dijeron:
cubríos de esmeraldas.
Nosotros, obedientes,
cumplimos su mandato
y, en mayo, frías nieves,
nuestro esplendor mataron.
En el cálido invierno
nos vestimos de verde
y, ahora en primavera,
nuestras hojas se mueren.
Y este canto se extendió por valles y montañas, llegando a oirse por todas las aldeas y villas, repitiéndose una y otra vez a través del bosque.
El viento del Norte ululó lúgubremente, llevando muy lejos el canto quejumbroso de los árboles. No sólo se había estropeado el reloj biológico del bosque, sino el de toda la Naturaleza. Reinaba por doquier la locura y un tratorno mortal amenazaba a todos los seres vivos.
Se perdieron cantidad de especies animales y vegetales. El verdor de los árboles, el aroma del campo y la transparencia de la atmósfera no eran los mismos de épocas pasadas.Y todo lo bueno y bello que la Naturaleza brindaba a los hombres, cuando en tiempos pasados eran sus aliados, estaba desapareciendo.
Autora:Mª Teresa García Gutiérrez